Una firma de lujo, un auténtico placer para nosotros. Pedro Ramírez es historia de nuestro colegio y de nuestro club. Formó parte del fantástico grupo humano que protagonizó una época inolvidable para Maristas de Málaga: dos equipos, de baloncesto, del que formaba parte como entrenador, y balonmano, en la élite del deporte nacional, con presencia en la Liga ACB y en la Liga ASOBAL. Una generación que vivió el colegio desde una perspectiva única que ahora nos relata. Disfrutadlo. Muchas gracias, Pedro.
Ha pasado mucho tiempo, pero no el suficiente para borrarlo de mi memoria, que se aleja pero que será parte de nosotros mismos para siempre, lo que significó y nos llevó hasta el ascenso de Mayoral Maristas a Liga ACB y su presencia en ella durante 4 temporadas, la máxima categoría del baloncesto español, el sueño de un grupo de personas de un colegio hecho realidad, una lección de vida y de la suma de esfuerzos compartidos.
La Institución Marista amaba y ama el deporte, como un medio más a su alcance en su compromiso con la formación integral de sus alumnos, como un vehículo capaz de transmitir valores cristianos y esenciales como el de la amistad, el afán de superación, el espíritu de sacrificio, el trabajo en equipo, el no rendirte jamás ante la adversidad, la lealtad, la generosidad en el esfuerzo… lo que explica, como pocas cosas podrían hacerlo, el fundamento y el mérito de lo conseguido.
Valores eternos con los que tuve la suerte de crecer como alumno del Colegio, que siguen vigentes en la actualidad y que perseguiré el resto de mi vida.
Un largo camino recorrido con muchas gestas deportivas del colegio en su historia, que merecerían también una mención especial, que trajo consigo la fundación del Club Maristas en el año 1972 con mi padre, Pedro Ramírez, como su primer Presidente. Culminado en el año 1989 con la concesión del Trofeo Joaquín Blume al mejor Colegio de España en la Promoción del Deporte. Un reconocimiento extraordinario a una forma de entender la relación entre educación y deporte personificado en la dedicación y entrega de los Hermanos Julián Sanz, Ángel Miguel, Virgilio Sancho, José Antonio Ciganda, Félix García y muchos otros que marcaron para siempre nuestro carácter y nuestras vidas.
Un grupo de personas normales y únicas coincidentes en el tiempo con los propios Hermanos Maristas a la cabeza, profesores, alumnos, directivos, técnicos y jugadores del primer equipo, entrenadores y jugadores de cantera (cientos y cientos de niños que soñaban con vestir esa camiseta), personal de oficina, aficionados en general, colaboradores… todos unidos en una misma idea que se impregnaba desde arriba hasta abajo y que no paró de crecer en el tiempo, con unas señas de identidad compartidas que nos hacían sentirnos capaces de todo, con respeto y humildad pero sin complejos ante la incomprensión y, muchas veces, el desprecio de algunos, porque aprendimos que desde la generosidad, desde el derroche en el esfuerzo y la constancia teníamos una oportunidad de superarnos a nosotros mismos y a rivales con un mayor potencial, apoyados, eso si, en una ambición sin límites, una buena dosis de autoestima y un gran orgullo de pertenencia que resultaron absolutamente integradores y decisivos.
Y en nuestro histórico pabellón donde no cabía un alma, con la pista rodeada de alumnos que animaban sin parar y que lo llenaban de colorido, con la pasión prendida por el amor al baloncesto y a nuestro colegio, se pertrechó la hazaña. Había que vivirlo, todos formábamos parte de aquel equipo, todos nos dejábamos la piel en cada partido. Era divertido, unos remaban y otros ponían la guinda al pastel en una combinación espectacular de juego, esfuerzo y trabajo en equipo.
La llegada de la empresa malagueña Confecciones Mayoral, propiedad de una familia muy vinculada al propio Colegio, resultó absolutamente determinante para conseguirlo, ya no sólo por la viabilidad económica que le dio al proyecto, sino también y sobre todo por lo que suponía tener su confianza y llevar ese nombre de éxito en las camisetas, lo que reforzaba, y de qué manera, la fe en nosotros mismos. Imposible obviar aquel viaje a Sevilla, el formidable atasco de autocares ocupando toda la calle de la Victoria que se llenaban de camisetas azules con nuestros logos para poblar la grada del Centro Deportivo San Pablo donde se rubricó el ansiado ascenso el 4 de mayo de 1988 tras derrotar 2-0 en el Play Off al Caja San Fernando
De todo ello formaba parte también la competencia que vivimos en el propio Colegio y en el Club con el Balonmano Maristas, con el que pugnábamos por captar a cada alumno para nuestros equipos, por cada metro cuadrado o trozo de pabellón mientras vivían al tiempo una gesta similar, el ascenso a Liga ASOBAL, duplicando así una leyenda deportiva de un colegio difícilmente igualable y que no encuentra comparación posible en el deporte español, influencias mutuas y largos ratos de charlas que nos hicieron mejores y que dejaron para siempre admiración mutua y una estrecha amistad.
Como inolvidable e imprescindible para entender todo esto fue la gran rivalidad deportiva que mantuvimos con el Caja Ronda, que también explica de alguna forma el boom del Baloncesto malagueño, un modelo distinto, dos formas de entender el juego y probablemente la vida pero una referencia clara que tomar y que teníamos por delante, lo que nos hizo crecer a la vez que nos obligaba a redoblar nuestro empeño, poco importaba que fuera un partido de cantera o de los primeros equipos porque igualmente se llenaban nuestras canchas de gentes y pasión por nuestro deporte.
Resultaba difícil apreciar en esos momentos y en su justa medida que esos valores cristianos y esenciales que nos inculcaron en el Colegio, que formaban parte de nuestro día a día eran en realidad los más difíciles de adquirir, los que más admiraban y temían nuestros rivales a la hora de enfrentarse a nuestros equipos, para acabar comprendiendo que cuando se carece de ellos, no importa de qué faceta de la vida se trate, nada es igual.
Una crónica no escrita que merece su propia película, un grupo de personas que acabó haciendo historia en el baloncesto, en el balonmano y en el deporte español ganándose su respeto, un legado sin parangón del Colegio y del Club Maristas del que presumir y sentirnos siempre orgullosos.
Gracias Pedro por este comentario tan sentido y a la vez tan sincero y cierto.
Años inolvidables. Trabajo inagotable por parte de todos: Directivos,entrenadores,jugadores profesores,Hermanos Maristas, padres y alumnos. El sentido de responsabilidad hizo eco en todas las facetas de la educación y desbordó los moldes establecidos. Todos a una. Éxito seguro.
Años inolvidables.
Enhorabuena Pedro. Un fuerte abrazo
Querido Salvador, tu fuiste todo un referente para todos nosotros y uno de los grandes impulsores del deporte en el Colegio, ya fuera Baloncesto, Balonmano, profesor, entrenador, directivo y lo que hiciera falta. Mucha dedicación en horario lectivo y fuera de él, viajes, desplazamientos con tu propio coche, fines de semana… Muchas gracias a ti por tanto !!! Un fuerte abrazo
Maravilloso recuerdo para los que lo vivimos.
Cuando leía estas líneas me venían unos recuerdos imborrables que vivimos de niños. Éramos unos privilegiados alumnos y con los años se valora más todavía. Eres más consciente. Teníamos la suerte de crecer en el deporte de valores. La competición era importante tanto como las enseñanzas que recibíamos de entrenadores y profesores. Un abrazo a toda la familia Marista
Querido Salvador, tu has sido uno de los inspiradores de todo aquello y un referente para todos nosotros. Profesor, directivo, entrenador, padre… Balonmano, Baloncesto y otros deportes. Dedicación lectiva y fines de semana de partidos y carretera, poniendo tu coche a disposición si hacia falta. Muchas gracias por tu ejemplo, buen hacer, ariño y dedicación. Un fuerte abrazo